La crisis del «Corralón» y el riesgo Milei

Un consultor muy afín al Gobierno le dejó al ministro de Economía, Luis Caputo, un informe que muestra que la economía llegará a las elecciones de octubre con un parate casi total de la actividad, tensión inflacionaria y el poder de compra de los ingresos derrumbado. Lo mismo grafica un trabajo de la Fundación Pensar, el think tank económico de Mauricio Macri, que es mega crítico de los manejos recientes del Palacio de Hacienda. Como quien elige una opción entre otras muchas, el ministro se quedó con un sólo dato de ese diagnóstico: «el Presidente quiere esta inflación o menos, me tengo que ocupar sólo de eso», le dijo al analista. 

Esa premisa es la que desequilibró esta semana toda la estructura y mostró que, para cumplir ese objetivo, Caputo y su equipo económico debieron quedar rendidos ante el mercado. Un grupo de ex banqueros especulativos del JP Morgan, expertos en mesas de dinero, perdieron la manija jugando de locales, haciendo el planteo táctico que presuntamente mejor conocen y sin público visitante, eufemismos de una oposición ausente. En las últimas horas, el mercado y el poder económico le hicieron saber al Gobierno, con palabras directas, algo que hasta ahora no había ocurrido: que el programa económico -que ya rifó reservas, dólar futuro y tasas récord para controlar la inflación- es el que genera el ruido y las distorsiones. Que el riesgo es Caputo dejando todo, por pedido de Milei y aún con desvaríos técnicos, para cumplirle al Presidente el sueño de una inflación reprimida hasta que se vote en octubre

Desesperado por el contexto, «Toto» les puso a los bancos un «Corralón» para que no lleven sus pesos al dólar, y la reacción del sector fue inmediata: «acá no hay riesgo electoral, no es la oposición el problema. Lo que está mal es el plan de ustedes, tiene que tener un viraje urgente», expresaron las entidades financieras, según supo Página I12. Las palabras, que se dieron en un Zoom de urgencia que el ministro pidió el jueves por la tarde, se sumaron a dichos de otros banqueros que advirtieron que, además, «pareciera que, a esta altura, el resultado de las elecciones no va a cambiar nada, ganen o pierdan, las decisiones hoy las están tomando ustedes y no dan la pauta de que luego de octubre vayan a cambiar». En ese mitín virtual, a diferencia de otros, estuvieron los bancos de manera individual, cuando las que suelen asistir son las cámaras. En el post, hubo insultos fuertes y enojo con el Gobierno. 

«Con la tasa que les damos, ¿siguen sin confiar?», les dijo a los banqueros uno de los laderos de Caputo. «Es que el modelo no da confianza», le respondió un dirigente de una entidad multinacional. Eran horas de tensión: Hacienda acababa de fallar en su intento de rolleo de deuda en pesos en manos de los bancos. Aún pagándoles una tasa de interés arriba del 70 por ciento, es decir, tres veces la inflación proyectada por el Gobierno, sólo se renovaron un 60 por ciento de los 15 billones de pesos. Seis billones quedaron en manos de los bancos, lo que forzó a Caputo a ponerles un «Corralón» a los bancos subiéndoles encajes (la plata que por ley las entidades deben inmovilizar y no pueden usar) y monitoreándolos día por día. «Esta plata es nuestra, nos pusieron un corralito, corralón o como quieran llamarlo, pero no podemos actuar libremente», se enojó uno de los banqueros luego de cortar el Zoom. Esta posición adelanta un lunes caliente. 

Una onda expansiva

A decir verdad, la embestida de los bancos y el poder económico contra la sustentabilidad y el desorden del plan empezó a generar una especie de onda expansiva cuasi generalizada. En los pasillos de Hacienda molestó mucho, de hecho, un mensaje en X del economista Martín Rapetti, en el cual se precisa, con datos, que «las dos mayores crisis económicas argentinas -la de la Tablita y la convertibilidad- empezaron primero como crisis financieras: ante la presión cambiaria, subía mucho la tasa de interés, lo cual propagaba impulsos recesivos , intensificando la fragilidad financiera de las empresas y el Estado»

En otra palabras, el titular de Equilibra dijo lo mismo que el trader racional José Nápoli, hermano de Juan, el titular del Banco de Valores (VALO) y ferviente militante libertario. «Con este nivel de tasas/encajes se podrá contener el dólar, pero sin dudas desaparecen, mínimo, el 60 por ciento de los participantes de la economía real», expresó. 

Esta línea se exploró este martes en una reunión en la Unión Industrial Argentina (UIA). Las cifras son serias: los números adelantados muestran que la industria local no sale del estancamiento y está 10 puntos abajo del pico de actividad de junio del 2023. En ese mitín, los apuraron al presidente de la entidad, Martín Rappallini, para que salga a hablar en público de recesión y despidos. Rappallini, hombre de Techint, tradujo lo que Paolo Rocca quisiera decir y no puede. El ítalo argentino es uno de los que cree que el sistema económico, así como está, no tiene destino. Algo similar a la crítica de la UIA se verá esta semana, cuando la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal) celebre su cumpleaños 50. Allí también los ánimos están caldeados. Lo curioso de la escena es que, a la luz de los hechos, esta diagnóstico de una crisis económica y financiera que hoy se ve en sectores de la economía real, parece haber tenido su hito fundacional en aquel informe del JP Morgan que adelantó este diario y que, primero que nadie, puso en cuestión la viabilidad del programa de Caputo. Las primeras críticas duras al programa vinieron del sector menos pensado. 

La inflación y el desconcierto 

El complejo contexto que se ve hoy se disparó la última semana no sólo por la falta de dólares, sino también por la suba en los precios, producto del pase del aumento del dólar a las góndolas. Desconcertado por el dato, el Gobierno salió a festejar la suba inflacionaria, que lleva dos meses escalando, una señal de confusión. Los datos ponen blanco sobre negro y corren del medio el relato oficial. 

Las consultoras LCG y Econviews reportaron una dinámica fuerte de aumentos en Alimentos en las dos primeras semanas de agosto. La primera, fundada por Martín Lousteau, informó un alza de 2 por ciento en la primera semana del mes y un 1,1 por ciento en la segunda. Mientras que la firma que conduce Miguel Kiguel, economista cercano a Milei, reflejó un alza general del 0,7 por ciento, que venía de 0,2 por ciento. En el detalle, Verduras escaló 3,5 y carnes casi un punto. 

Para ver números de la envergadura que tienen hoy los de LCG, con un dos adelante, hay que irse a mayo de este año o a febrero del 25, previo a la crisis cambiaria que derivó en un IPC del 3,7. Desde agosto del 2024, sólo hubo 4 semanas con subas de alimentos arriba del 2. Malos augurios que explican las idas y vueltas oficiales para intentar contener al dólar y que son claros: cada vez que el Gobierno se quedó sin dólares o dio la idea de no estar en control de la situación, los precios subieron. 

En el macrismo residual, esta situación de la inflación no inquieta tanto como la marcha actividad. Luciano Laspina y Hernán Lacunza, dos ex funcionarios, son los que le pasan a Mauricio el estado de situación. Y le advierten que el resultado electoral, aún a favor de Milei, no va a cambiar el contexto actual. Es que, según le cuentan, las señales que da la política económica son negativas, contradictorias, y muestran a un Gobierno negando preocupaciones por el dólar, pero haciendo todo para dejar de correr desde atrás al billete verde. 

A saber: el Riesgo País, que estaba en 600 puntos  antes de que Cristina Kirchner fuera presa, saltó a 770 con posterioridad a su detención; el Gobierno negó que le preocupara el dólar pero, cuando se fue al techo de la banda, lo frenó con tasas a niveles récord. Es decir, el tándem Milei-Caputo seguirá, en breve, emitiendo pesos para pagarles a los tenedores. En esa línea, todo esto ocurre luego de que el FMI le prometió y le dio 20 mil millones de dólares a Milei; el campo le aportó otros 18 mil millones con la soja y el blanqueo le facilitó 20 mil millones más. A esa cuenta le faltan más de 8000 millones de dólares de organismos multilaterales y una parva de intervenciones en el mercado del dólar futuro. Un «Plan Platita» carísimo, que beneficia al sector financiero, perjudica a la sociedad e hipoteca dineros públicos, pero es la única carta de Milei-Caputo. 

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