Adiós al Príncipe de las Tinieblas: Ozzy Osbourne, el músico que redefinió el rock y el heavy metal

Sin embargo, en medio de la adversidad, la música irrumpió en su vida como un faro. Un momento pivotal en su destino, que él mismo relataría en incontables ocasiones, fue escuchar «She Loves You» de The Beatles por la radio. «Mi mundo se elevó como una estrella fugaz. Fue una experiencia divina. Los planetas cambiaron», confesó Ozzy, un testimonio elocuente del profundo impacto que la banda de Liverpool tuvo en su incipiente vocación musical.

Esta revelación no solo le abrió los ojos a la posibilidad de una vida más allá de la pobreza y el crimen, sino que también sembró en él la semilla de la ambición artística.

El nacimiento del heavy metal: La era de Black Sabbath

A finales de la década de 1960, Ozzy encontró su propósito. Un anuncio en una tienda de música de Birmingham que simplemente decía «Ozzy Zig Needs Gig» (Ozzy Zig necesita un concierto) lo llevó a conocer a Terence «Geezer» Butler, un joven bajista con quien compartía intereses musicales. Juntos, y reclutando al guitarrista Tony Iommi y al baterista Bill Ward, formaron una banda inicialmente llamada Earth. Sin embargo, tras descubrir que ya existía otra banda con ese nombre, Geezer Butler sugirió el nombre de Black Sabbath, inspirado en una película de terror de Boris Karloff que habían visto.

Este cambio fue más que un simple ajuste de nombre; fue una declaración de intenciones.

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Black Sabbath en sus inicios.

Con un sonido pesado, riffs ominosos y letras que exploraban lo oculto, la guerra, la desesperación y la crítica social, Black Sabbath fue pionero del heavy metal. En un momento donde el rock psicodélico dominaba las ondas, su propuesta fue cruda, oscura y revolucionaria.

Sus primeros álbumes, como el homónimo Black Sabbath (1970) y el icónico Paranoid (también de 1970), no solo fueron éxitos comerciales sino que cimentaron las bases de un género que definiría a varias generaciones.

Álbumes posteriores como Master of Reality (1971), Vol. 4 (1972) y Sabbath Bloody Sabbath (1973) consolidaron su estatus como innovadores. Clásicos como «Iron Man», «War Pigs», «Paranoid» y «N.I.B.» se convirtieron en himnos imperecederos del rock. La voz de Ozzy, con su tono distintivo y su forma de interpretar la oscuridad de las letras, era el ancla de la banda, dándoles una identidad única.

La separación y el surgimiento del «Príncipe de la Oscuridad» en solitario

A pesar de los éxitos rotundos, la relación de Ozzy con Black Sabbath fue, desde el principio, turbulenta y marcada por los excesos. Sus problemas de adicción al alcohol y las drogas, que lo acompañarían gran parte de su vida, fueron un factor determinante en su salida de la banda en 1979. La tensión creativa y personal entre los miembros, exacerbada por el abuso de sustancias, hizo insostenible la convivencia. Para muchos, esto parecía el fin de su carrera.

Sin embargo, lejos de ser el fin, esta separación marcó el inicio de una de las carreras solistas más exitosas y espectaculares en la historia del rock. Con el apoyo crucial de su futura esposa y mánager, Sharon Arden (más tarde Osbourne), Ozzy se reinventó.

Su álbum debut en solitario, Blizzard of Ozz (1980), fue un golpe de genio. Impulsado por la genialidad del guitarrista Randy Rhoads, el álbum incluía himnos como «Crazy Train» y «Mr. Crowley», que rápidamente se convirtieron en éxitos masivos. Ozzy demostró que podía brillar por sí mismo, y no solo eso, sino que podía hacerlo con un estilo renovado y una energía imparable.

A lo largo de los años 80 y 90, álbumes como Diary of a Madman (1981), Bark at the Moon (1983), The Ultimate Sin (1986) y No More Tears (1991) lo consolidaron como una estrella global. Su personalidad excéntrica, sus conciertos teatrales y su innegable carisma lo convirtieron en un ícono cultural. Se ganó el apodo de «Príncipe de la Oscuridad», una etiqueta que abrazó y encarnó con orgullo, pero que también reflejaba su lucha interna contra sus demonios personales.

Ozzy Osbourne y Randy Rhoads

Ozzy junto al recordado guitarrista Randy Rhoads.

Las batallas personales y los regresos triunfales

La vida de Ozzy fuera de los escenarios fue tan dramática como su música. Sus problemas de adicción al alcohol y las drogas fueron una batalla constante, afectando profundamente su salud, sus relaciones personales y su familia. En numerosas ocasiones, tocó fondo, pero siempre encontró la fuerza para levantarse, a menudo con el apoyo inquebrantable de Sharon. Su lucha contra las adicciones lo convirtió en una figura de resiliencia, mostrando una honestidad brutal al hablar de sus fracasos y sus esfuerzos por superarlos.

El reality de televisión «The Osbournes», que se estrenó en 2002, ofreció una mirada sin filtros a su peculiar vida familiar, humanizando al «Príncipe de la Oscuridad» y mostrándolo como un padre y esposo cariñoso, aunque excéntrico.

A pesar de su exitosa carrera en solitario, el vínculo con Black Sabbath era inquebrantable. A lo largo de las décadas, hubo varias reuniones de la formación original, la más significativa de las cuales fue la de 1997, que culminó en una gira y el lanzamiento del álbum en vivo Reunion. Sin embargo, la despedida definitiva estaba por llegar.

El adiós definitivo: «Back to the Beginning» en Birmingham

El 5 de julio pasado, el estadio Villa Park de Birmingham fue el epicentro de un evento que marcó el fin de una era: «Back to the Beginning», el concierto de despedida definitivo de Black Sabbath. No fue solo un concierto, fue un festival de casi nueve horas, una jornada maratónica que fue seguida por más de 2 millones de personas a través de la transmisión por streaming en formato pay-per-view. Las entradas se agotaron en cuestión de minutos, demostrando la magnitud del legado de la banda.

El lugar no fue elegido al azar. Villa Park, en su Birmingham natal, fue el escenario donde nacieron los primeros acordes de una banda que cambió para siempre la historia del rock. La alineación de lujo que se dio cita para rendir homenaje a Black Sabbath fue un testimonio de su influencia. Hubo momentos memorables que hicieron vibrar al público.

Billy Corgan (Smashing Pumpkins) y Tom Morello (Rage Against the Machine) unieron fuerzas para una potente interpretación de «Breaking the Law» de Judas Priest. Sammy Hagar (Van Halen) revivió «Flying High Again», uno de los éxitos solistas de Ozzy, demostrando la versatilidad de su repertorio.

El desfile de estrellas continuó con Steven Tyler (Aerosmith), Ronnie Wood (Rolling Stones), Travis Barker (Blink-182) y el productor Andrew Watt, quienes entregaron una poderosa versión de «Walk This Way». Tom Morello volvió a subir al escenario junto a Nuno Bettencourt para un tema en portugués en homenaje al futbolista Diogo Jota, y con Chad Smith (Red Hot Chili Peppers) interpretó el himno «Whole Lotta Love» de Led Zeppelin.

Bandas de la talla de Guns N’ Roses ofrecieron una contundente mezcla de temas de Black Sabbath con sus propios clásicos como «Welcome to the Jungle» y «Paradise City». Metallica también dejó su huella con «Master of Puppets» y una interpretación de «Hole in the Sky» y «Johnny Blade», esta última del último disco de Sabbath con su formación original. James Hetfield, líder de Metallica, expresó la gratitud de toda una generación: «Sin Black Sabbath, no existiría Metallica. Gracias por darnos una razón para vivir.»

La lista de participantes fue extensa: Limp Bizkit, Ghost, Soundgarden, Korn, Yungblud y Ugly Kid Joe también se sumaron a la celebración. Incluso el actor Jason Momoa hizo de maestro de ceremonias y se lanzó al mosh pit cuando Pantera subió al escenario, en un momento de pura euforia.

Las pantallas gigantes del estadio ofrecieron segmentos humorísticos con Ozzy recreado mediante inteligencia artificial en escenas de películas icónicas como Avatar, Piratas del Caribe o Sexto Sentido, mostrando su constante búsqueda de innovación y su sentido del humor.

Después de ocho horas de celebración ininterrumpida, el momento más esperado llegó. Ozzy Osbourne subió al escenario para un set solista. Sentado en un trono de cuero con forma de murciélago, lucía feliz y emocionado. Con su estilo inconfundible —uñas negras, delineador oscuro y un brazalete con su nombre—, interpretó cinco de sus canciones más queridas, entre ellas «Mama I’m Coming Home» y «Crazy Train», dejando al público en un estado de euforia colectiva.

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Ozzy durante su show de despedida.

Pero el clímax absoluto de la noche fue el momento en que los cuatro miembros originales de Black SabbathTony Iommi, Bill Ward, Geezer Butler y Ozzy Osbourne– tocaron juntos por última vez. Durante treinta minutos, el estadio vibró con versiones atronadoras de «War Pigs», «N.I.B.», «Iron Man» y la infaltable «Paranoid».

Al terminar, Ozzy, con una mezcla de emoción y profunda gratitud, se dirigió al público con una sentida despedida: «Esta fue la última canción de todas. El apoyo de ustedes nos permitió vivir una vida increíble. Gracias desde lo más profundo de nuestros corazones.»

Sharon Osbourne, esposa y mánager de Ozzy, fue clara en una entrevista posterior, confirmando el final de una era: «Hemos terminado. No habrá más conciertos.» Con más de seis décadas dedicadas a la música, tanto ella como la banda habían decidido cerrar esta etapa para disfrutar de la vida lejos de los escenarios.

Un legado inmortal

La muerte de Ozzy Osbourne no es solo la pérdida de un músico, sino la de un icono que desafió las convenciones, superó sus demonios y dejó una marca indeleble en la cultura popular. Black Sabbath, con Ozzy a la cabeza, no solo inventó un género, sino que inspiró a innumerables bandas y artistas que vinieron después. Su música, oscura y poderosa, sigue resonando en millones de almas alrededor del mundo.

Ozzy Osbourne se despidió a lo grande, con la majestuosidad y la oscuridad que siempre lo caracterizaron, pero también con una ovación eterna de gratitud y nostalgia. Su legado como pionero del heavy metal, ícono cultural y sobreviviente de innumerables desafíos, perdurará por siempre.

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