El presidente Milei les dijo a los productores agropecuarios que tiene en la mira a las retenciones. Como un francotirador dispuesto a gatillarles ni bien pueda. Y les aseguró que lo hará, sin dudas, en algún momento. Aunque no pudo precisar cuándo. En otras palabras, les repitió que para ellos sigue sin haber plata, pero los instó a que mantengan la esperanza en que finalmente la habrá.
En realidad, Milei ya gastó la munición disponible con la baja temporaria de retenciones. A cambio consiguió que hasta la semana pasada el complejo sojero liquidara exportaciones por 8.200 millones de dólares. Una marca que ranquea entre las más cuantiosas de los últimos años. Por eso pisó la alfombra roja que le extendió el siempre comprensivo presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, sólo para pedirle al campo un nuevo acto de fe. Lo necesitan su plan económico y político.
El aumento en la oferta de divisas por el ingreso de agrodólares fue clave para evitar un salto en la paridad tras la adopción de un régimen de flotación administrada. El gobierno reforzó el ancla cambiaria sobre los precios retirándose de la demanda de dólares en el mercado. Resolvió pagar el costo de incumplir la meta de reservas pactada con el FMI para acelerar la desinflación, el eje de su plan político de cara a octubre.
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El flujo de agrodólares declinará en las próximas semanas, por razones estacionales –el fin de la cosecha gruesa, la que aporta más divisas– y por el retorno al esquema anterior de retenciones. En parte, el sofocón cambiario de los últimos días se explica por esa perspectiva.
Soja a la baja
Del otro lado del mostrador, la producción agropecuaria alerta sobre una pérdida significativa de rentabilidad. Con los niveles actuales de los derechos de exportación y el resto de la carga fiscal, el Estado se queda con bastante más de la mitad de la renta agrícola. Entre el 58 y el 65%, en soja, maíz, trigo y girasol, según la fundación Fada.
La reimplantación de las retenciones agrava el impacto de la suba de costos operativos (fertilizantes y semillas, fletes y tasas de interés positivas). Y el de los precios internacionales deprimidos. La soja cotiza en torno a 361 dólares la tonelada, un 27% menos que el promedio histórico.
Según el IERAL de la Fundación Mediterránea, la rentabilidad cayó hasta 74% en zonas extra pampeanas y entre 11% y 12% en la región núcleo, especialmente en campos arrendados, lo cual desincentiva la inversión en tecnología, fertilización y expansión de superficie cultivada. Una promesa de menos divisas que, por ahora, ni los hidrocarburos ni la minería logran reemplazar en la escala que necesita una economía deficitaria en el balance de pagos, reservas netas negativas, y una política que prioriza el ancla cambiaria como herramienta antiinflacionaria.
Competencia con Brasil y malestar en el agro
El campo padece además una desventaja competitiva estructural. Pese a que el tipo de cambio multilateral, con los países que comercia Argentina mejoró 17% desde que se impuso el nuevo régimen cambiario, Brasil se expandió de manera vigorosa –frente al estancamiento argentino– y se consolidó como primer productor mundial de soja. Sin retenciones de ningún tipo, los agricultores brasileños reciben hasta 115 dólares más por tonelada que los de nuestro país.
Esta situación explica el endurecimiento de las organizaciones que representan a los productores nacionales de menor escala, Federación Agraria, entidades locales y grupos de autoconvocados. Sectores disconformes con la laxitud de algunas entidades de cúpula.
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Las demandas del agro representan también un potencial desafío político para el gobierno. Milei ganó en primera vuelta en las áreas rurales más productivas: sur de Santa Fe, centro y sur de Córdoba y norte bonaerense. Y estiró ampliamente su caudal en el balotaje, entre el 52% y el 65% de los votos, según la zona.
El campo no pide un ‘plan platita’. Los chacareros que lidian con la diaria, movilizan la economía de sus pueblos y, en parte, el voto, reclaman que les emparejen la cancha. La frazada corta de la restricción fiscal –tironeada hoy también por los gobernadores y numerosas demandas sociales postergadas– es un límite político para el gobierno. Sólo tiene margen para vender esperanza. Como hizo el presidente en la Rural.
(*) Esta columna fue publicada en Radio Mitre Córdoba