Buena parte de la historia deportiva de Mercedes-Benz se formó hace casi un siglo, con la evolución de sus modelos. El grandioso Rudolf Caracciola forjaba su leyenda en la década de 1920 en territorio europeo mientras que en Sudamérica era la figura de Carlos Zatuszek la que sobresalía, ambos con las versiones deportivas de los coches alemanes. En las competencias de Argentina se sumarían Luis Brosutti, Alfredo Olivari, Atilio Rossi o Eduardo Estanguet, entre otros.
Un auto con capacidad mecánica por encima del promedio era el Mercedes-Benz SSK, sobrealimentado con un compresor de aire con sonido enigmático. El artefacto que inyectaba el alimento extra para la combustión era conocido originalmente como «el elefante» por su tamaño, aunque bautizado por el ingenio criollo como «el chancho» por el grito peculiar que lanzaba al entrar en acción. ¿Cómo era el vehículo con el que construyó MB un mito en carreteras lejanas?
Los voluminosos modelos K fueron modificados para llevar la insignia deportiva, con la letra S como abreviatura de Sport. Se fabricaron 146 ejemplares, conocidos desde la primera carrera en Nürburgring, en junio de 1927, donde consiguieron los puestos 1 y 2 con Rudolf Caracciola y Adolf Rosenberger. No tardó en aparecer la versión siguiente, con un motor sobrealimentado que llevó al conjunto a la denominación SS, equivalente a Super Sport. De estos se vio salir a 111 de la factoría y fueron el embrión del desarrollo mayor.
Los mejores capítulos de la historia deportiva se escribieron con el SSK, cuyas siglas corresponden a Super Sport Kurz (super sport corto). Fue la conjunción de la primera versión del chasis S, esta vez acortado, con menor distancia entre ejes, más bajo y un retraso del impulsor hasta 30 cm hacia el centro del auto. El radiador en punta daba una aspecto frontal diferente y el doble carburador, a la izquierda de los seis cilindros, advertían el poder. Aunque trabajaba a bajas revoluciones y el sonido era poco atrevido, alcanzaba potencias impensadas. Se dice que había más de 300 CV utilizando el sobrecargador «elefante» que diseñó Albert Heess para el motor M 06.
En el campo fueron rápidos para poner un nombre al sonido del compresor. En las carreras sudamericanas era conocido como «el chancho«. Se debía ajustar el oído para entender por qué, con especial atención al momento en que presionaban el acelerador hasta el fondo. Porque solamente se accionaba el chancho al pisar todo el pedal.
Esta particularidad transformó al SSK en un auto firme para la montaña, con la posibilidad de acelerar fuerte entre marchas, gracias al compresor de aire. De todas maneras, no era usual este recurso en las velocidades máximas, de entre 230 y 250 km/h, sino que entraba en juego para la aceleración previa. Diferente era frenar, punto débil para un producto primigenio de la competición.
El fallecimiento de Zatuszek, el 8 de octubre de 1937, dejaría en los hombros de Brosutti la responsabilidad de continuar el éxito de la estrella que representa el dominio del aire, la tierra y el mar en sus tres puntas. Las formalidades eran diferentes, por lo que el título de campeón resultaba de la suma de distintos torneos, cuando recién nacía el TC. De todas las competencias de ese año, solo tres formaron parte del Campeonato de Carretera y Eduardo Pedrazzini se consagró tras ganar las 1.000 Millas Argentinas, mientras que el santafecino Brosutti había conseguido muchos puntos en el Campeonato de Pista con autos de Fuerza Libre y fue subcampeón.
Así, Mercedes-Benz tuvo participación en el primer automovilismo de Argentina con el SSK. Siguió luego en los Grandes Premios de Turismo con el MB 450 SLC de Sobieslaw Zasada (1978) o el MB 220 SE de las suecas Ewy Rosqvist y Úrsula Wirth como hitos destacados. Todo indica que los próximos capítulos de esta historia se escribirán pronto, en el año 2026, dentro del marco de la nueva generación de autos del Turismo Carretera.